25/8/10

¿Irónica?

24/8/10

Cuando a la tarde aparezco en los espejos



Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro

Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo

Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.

Jorge Teillier
En el mudo corazón del bosque

23/8/10


Sabía que tenía que decirlo, pero no encontré las palabras. La puerta se cerró y todo había muerto: la soledad miró por la ventana y vio tus excusas patear las hojas del otoño.

20/8/10

Todo esto va mal --- Gabriel Noguera

Me la encuentro en el tren o, para ser exactos, ella me encuentra a mí, pues yo voy distraído, como siempre, pensando en vete a saber qué, como siempre, como si la vida no fuera conmigo, como siempre. Y es la nuestra una conversación muy civilizada, también como siempre, pues no vale la pena reprocharse nada. Me pregunta si estoy con alguien y yo le digo que no; no sé si espera que le pregunte lo mismo, pero no lo hago: hay información que a uno no le sirve para nada, salvo para hacerse daño y yo nunca he tenido ánimo masoquista. Me da las gracias por mandarle el libro cuando le digo que sólo me dieron cinco ejemplares. «Sí, no sé», digo yo, «se lo he mandado a las chicas que han sido importantes en mi vida, aunque yo no lo fuera para ellas». Ella decide ignorar la última parte y se centra en la primera: «así que chicas; ¿son muchas?». «Se lo he mandado a B y a ti», zanjo yo la cuestión, o eso creo, porque siempre tiene motivo de queja: «¿ves?, si estuviera contigo, tendría celos de B». Yo suspiro, siempre la misma mierda, pero no tengo ganas de discutir. Siempre tienes alguna excusa, podría decirle. No estarías conmigo porque hoy es jueves, por ejemplo. Cualquier cosa vale. Y sé que todo esto es una pérdida de tiempo. Todo esto va mal. Lo sé cuando me dice que el otro día estuvo leyendo las cosas que escribí hace media vida. «Tendrías que hacerme un favor y quemarlo», le digo yo, pero ella no lo entiende. Ella nunca entiende nada y todo esto es desolador. Porque yo a esta chica la quise más que a mi vida y ella nunca fue capaz de dedicarme ni un pensamiento de verdad. Porque me lee como quien oye llover. Porque cree que estoy ahí, no sé, para amenizar su vida de vez en cuando o algo así, como un secundario que aparece de tanto en tanto en la obra. «¿Te das cuenta de que eres el mal absoluto?», le pregunto en un momento dado, pero ella cree que bromeo y sonríe.


Gabriel Noguera

17/8/10

Toro por las astas

Tomo el toro por las astas y en ese preciso instante mis pies se quedan clavados en el piso, inmóviles, sin poder reaccionar. Entonces él arrastra una de sus patas traseras y levanta un nubarrón de polvo. Sabe que me mata la alergia, pero no digo nada. Yo sé que sus ojos se encienden porque detestan mi falta de diplomacia, la táctica perfecta para responder a su daltonismo con mi rojo corazón.


El mar

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.


Rafael María Baralt

13/8/10

713 días con él



En agosto te conocí
en septiembre me descubriste
en octubre te enamoré
en noviembre me deslumbraste
en diciembre te negué
en enero me extrañaste
en febrero te miré
en marzo me entendiste
en abril te sonreí
en mayo me despediste
en junio te pensé
en julio me besaste
en agosto me enamoré
en septiembre te enteraste
en octubre me equivoqué
en noviembre te enojaste
en diciembre me alejé
en enero te acercaste
en febrero me ilusioné
en marzo te escapaste
en abril me desalmé
en mayo te desenamoré
en junio me arrepentí, y
en julio repetiste la escena,
pero fue la última vez.


12/8/10

Sin llaves y a oscuras




Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás mío, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.


Fabián Casas

11/8/10

Muerta




Me desperté y ya estaba muerta. Me había quedado dormida boca abajo o mejor dicho cachete abajo, como de costumbre, con los brazos bajo la almohada, pero entonces los brazos yacían a los costados, flácidos, inertes, pesados. Traté de levantar las piernas, pero no pude. Los miembros inferiores habían quedado estirados con los pies superpuestos, el empeine del derecho sobre la planta del izquierdo, acorde a mi hábito hiperquinético para alcanzar el sueño. Por eso, lo primero qué pensé fue que estaba soñando, pero caí en la cuenta de que no era así cuando vi a mi perra lamerme la cara y permanecí inmóvil. Yo, que me despierto con cualquier ruidoso silencio y la más imperceptible de las caricias, no tuve reacción.
Mi segundo pensamiento fue un poco más allá y me percaté de que podía estar atravesando un estado de coma. El asunto es que uno no entra en coma con la simplicidad con que entra en la cama, algo tiene que ocurrir para que una interrupción desactive las neuronas. Y, por cierto, si en ese preciso instante estaba pensando mis neuronas estaban en su máximo esplendor, aunque lo de máximo esplendor no sea más que una forma de decir.
Entonces encontré la respuesta: estado vegetal. ¡Estoy en estado vegetal! ¿Estado vegetal? No, no puede ser ¿Y qué hago en mi cama cachete abajo? No se supone que tendría que tener un respirador, estar en un hospital, con dibujos, flores y gente tomándome la mano esperando una señal, algo así, como en los casos milagrosos que muestran los noticieros en los que abren los ojos después de 10 meses, 10 años, 10 vidas. Sí, ya sé, los noticieros mienten, pero en las películas también es así y las películas no mienten, aunque ficcionalizan. ¡Ahhh!, grité furiosa para ver si mis pensamientos se acomodaban un poco. Pero mi boca se mantuvo completamente cerrada y nada se oyó. ¡No entiendo!, dije confundida y habiendo perdido la cuenta del número ordinal correspondiente al pensamiento que se acababa de disparar.
Mi perra ya se había acomodado sobre mi espalda enroscada como un feto canino y yo seguía ahí, en la misma posición, muerta. Tuve una idea brillante: dejar de pensar. Nunca supe cómo hacerlo, pero la situación era excepcional y quizás había adquirido alguna capacidad extraordinaria. La convicción duró sólo unos segundos hasta que los pensamientos empezaron a tirotearme nuevamente. Sin embargo, en ese breve lapso pude reconocer a mi corazón. Logré reconocer su presencia en su ausencia. Mi corazón estaba, pero no latía, no cumplía ninguna función vital. Mi corazón estaba muerto como yo, que estaba cachete abajo, como de costumbre, con los brazos bajo la almohada, pero entonces los brazos yacían a los costados, flácidos, inertes, pesados.
Me desperté y ya estaba muerta. Y todavía me pregunto qué pasó, mientras vuelo desde esa diminuta caja de madera humedecida con llanto hacia el infinito mar.

10/8/10

El lector ---- Bernhard Schlink

¿Por qué me pongo tan triste cuando pienso en aquellos días? ¿Será que añoro la felicidad pasada? Lo cierto es que en las siguientes semanas fui feliz. Me las pasé estudiando como un imbécil, hasta sacar el curso, mientras nos amábamos como si nada más importara en el mundo. ¿O será por lo que descubrí más tarde, por la sombra que ese descubrimiento tardío arroja sobre aquellos días del pasado? ¿Por qué? ¿Por qué lo que fue hermoso, cuando miramos atrás, se nos vuelve quebradizo al saber que ocultaba verdades amargas? ¿Por qué se oscurece el recuerdo de unos años felices de matrimonio cuando nos enteramos de que el otro tuvo un amante durante todo ese tiempo? ¿Acaso porque en semejante situación no se puede ser feliz? Y, sin embargo, ¡éramos felices! A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque sólo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos. Pero un dolor inconsciente e ignorado ¿es dolor? 


                            ....................................................

Fue entonces cuando empecé a traicionarla.
No es que fuera por ahí contando sus secretos o poniéndola en evidencia. No revelé nada que hubiera que mantener oculto. Al contrario: mantuve oculto lo que debería haber revelado. Me negué a admitir su existencia. Sé que negar a alguien es un tipo más bien inofensivo de traición. Desde fuera no se aprecia si uno está negando a alguien o simplemente pretende ser discreto o considerado o sólo intenta evitar situaciones delicadas o molestas. Pero el que niega a otro sabe muy bien lo que hace. Y negar una relación es una manera de socavarla tan grave como otras formas de traición más espectaculares.

El lector
Bernhard Schlink




6/8/10


Yo somatizo
Vos somatizás
Él/ Ella somatiza
Nosotros somatizamos
Ustedes somatizan
Ellos somatizan


4/8/10


Knock out técnico





3/8/10

Diálogo entre mi nueva pena y yo

P: ¡No entro! No me empujes más, no entro acá. Ya no hay lugar, ¿no ves?
Y: Pero Corazón me dijo que tenía un recoveco para vos, y empezó otra vez con eso de que la casa es chica y el corazón grande.
P: Todo bien, pero yo no me voy a andar juntando con otras penas que no sé de dónde vienen ni a dónde van. No es que sea refinada, pero hay penas y penas.
Y: Bueno, está bien. Pero fijate que capaz te hacés amiga de alguien y te hacen un lugarcito.
P: No me interesa andar haciendo amigos por la vida.
Y: ¡Che, qué mala onda! Encima que te hago el aguante, decís así. Esperá que llamo a Corazón y le pregunto qué pasó con el espacio que te había reservado.

...................................................................................

C: Lo que pasa es que había guardado el lugar que me pediste, pero de golpe vino un batallón de penas sin permiso ni autorización y las tuve que dejar pasar. Me usurparon el alma y no me quedó otra alternativa que ceder, de lo contrario se iba a armar una batalla sentimental y sabés que eso de las peleas y la guerra a mí no me gusta para nada.
Y: ¿Y ahora que hago? ¿No podés hablar con las otras penas? Quizás puedan prestarse un ratito la cama o decidan irse a otro corazón, así al menos se van renovando y se puede seguir adelante con la cuota de calma que sacás en el recambio.
C: Sí, puedo hablar, pero viste cómo son ellas. Le toman cariño a uno y bue... ya no se quieren ir. Odian las despedidas.
Y: Bueno, dale, hablá y fijate qué podés hacer porque yo me comprometí y ahora no sé dónde mandarla.






...................................................................................

P: ¿Y?
Y: Me dijo Corazón que va a tratar de convencer a alguna de las penas del batallón sentimental para que liberen la habitación donde te ibas a quedar vos. Quedó en avisarme.
P: ¡Mejor así! Ya me tienen hasta la coronilla las del batallón, se creen que porque vienen todas juntas pueden apropiarse de lo que no les corresponde.
Y: Mmm... sí, qué sé yo... puede ser. En realidad, mucho no las conozco, prefiero no hablar con ellas porque saben cómo sensibilizarme y eso me irrita muchísimo, sobre todo a Corazón, se pone como loco.
P: A cambio de un lugar calentito a mí me basta con un llanto por semana, no pido más. Eso en el mercado es muy valorado, sabrás que hay otras penas que exigen entre dos y tres por semana.
Y: Sí, lo sé. Hay varias de esas que se albergan en Corazón, pero él dijo que pronto se van a ir, así que la demanda de lágrimas se va a reducir mucho. Creo que eso es bueno, ¿no?
P: Obviamente, querida. Sobre todo en la época invernal que cuesta tanto secar las lágrimas con el frío y la humedad.
Y: Claro... Algunas penas no resisten el calor, ¿no?
P: En realidad, no es que no lo resisten. Las penas resistimos todo ¡No seas ingenua! Es que algunas invernan en verano.
Y: ¡Ahhh! ¿Por eso dicen que en Brasil y en los lugares con temperaturas tropicales la gente es más alegre?
P: No está comprobado científicamente todavía, aunque es una buena deducción.
Y: ¡Gracias!
P: ¿Y? ¿Te mandó mensaje, Corazón?
Y: No, nada. Capaz no tiene crédito o se quedó sin señal.
P: ¿Te parece?
Y: Puede ser, siempre le pasa. Es como que vive en un pozo, como mi amiga de Lanús, adentro de su casa nunca hay señal.
P: Convengamos que hay una diferencia importante entre Corazón y tu amiga de Lanús, sobre todo porque no creo que el problema de él se deba a una cuestión geográfica.
Y: Es verdad. Antes siempre tenía señal, pero desde que cambió de empresa, hace unos meses, es muy difícil comunicarse. Mejor lo voy a ver y le pregunto, ¿esperás acá?
P: Sí, te espero, pero apurate porque no tengo todo el día. Estoy cansada, quiero dejar mis cosas y darme un baño.

...................................................................................


Y: Listo, todo resuelto. Me dijo que hay unas viejas penas que decidieron dejarte su lugar. ¿Por cuánto tiempo pensás quedarte? No es que me moleste, pero me preguntó Corazón para llenar los formularios y todo eso.
P: Tiempo indeterminado, decile. Y aclarale que quiero una suite para mí sola.
Y: Bueno, no te preocupes. Yo le aviso, no creo que haya problema porque se van tres viejas penas así que vas a estar más que cómoda.
P: ¡Maravilloso!
Y: Mmm...bueno, cualquier cosa que necesites avisame. Si podés, si no es mucha molestia, dame alguna semana de vacaciones, ¿sí? Ya sé que es tu trabajo, pero a veces esto de llorar una vez por semana resulta muy agotador, aunque suene estúpido.
P: ¡Siempre quejándote, querida! Todo depende de cómo me trates, cuanto más me ignores mejor para vos, pero recordá siempre que yo estoy acá y vine para quedarme por tiempo indeterminado.
Y: Está bien, no hay problema, vos quedate todo lo que quieras, pero si hacemos esto un poco más llevadero es mejor para las dos. Vos trabajás un poco menos, y yo me ahorro un par de lágrimas que no me vienen nada mal.
P: Lo voy a pensar. Ahora me quiero ir a bañar ¡Dejá de hablar, por favor!
Y: Tenés razón, disculpá, es que me pongo nerviosa cada vez que llega una nueva pena. ¡Hasta luego!
P: ¡Hasta luego!



2/8/10

Poema de la despedida


Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

José Ángel Buesa


Poema del domingo triste

Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido, ya no miente.
La soledad, a veces, es peor castigo...
Pero, ¡qué alegre todo, si estuvieras conmigo!

Entonces no querría mirar las nubes grises,
formando extraños mapas de imposibles países;
y el monótono ruido del agua no sería
el motivo secreto de mi melancolía.

Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras corren las aguas por la calle en declive
y el corazón se muere de un ensueño que vive.

La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo;
y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo impudor de una niña desnuda.

Si estuvieras conmigo, amor que no volviste,
¡qué alegre me sería este domingo triste!




José Ángel Buesa