23/6/10

Dedicado por Saramago

Silvia Hopenhayn
Para LA NACIÓN
 
Primer encuentro. Saramago en Buenos Aires; caminata por la plaza Vicente López. Mira los árboles descubriendo las raíces de una ciudad ecléctica. Me pregunta si Borges caminaba por allí, si el gomero lo habría visto pasar. Le digo que María Kodama vive a una cuadra y parece que todavía anduvieran juntos. ¿Le pasará a Pilar en Lanzarote, cuando sólo le queden mis palabras? Le pregunto por Pilar. Le gusta que hablemos de mujeres. "Son seres aptos, volubles, maravillosos." Piensa en voz alta: "María Kodama obedecía el dictado del amor: transcribía los libros de su amado, era una mediadora; Pilar también, pero de otra manera. Es mi mediadora con la lengua española. Sólo quiero que me traduzca ella. Es única en su hacer con mis palabras".

Me cuenta su encuentro con Pilar del Río. "Nuestro amor comenzó en la ficción." Así fue. Ella lo descubrió por escrito. Cuando la periodista española compró en Sevilla un ejemplar de Memorial del convento se enamoró de Balthasar, el protagonista, y quiso ser Blimunda, su compañera del coraje y de los sueños. Se le atribuye a Pilar, el siguiente gesto: "Ella untó de saliva su dedo, y al pasar la última página, borró el punto final".

La ficción puede provocar un destino real: Del Río trabajaba en Televisión Española, en Andalucía, y consiguió que la enviaran a Lisboa para entrevistar al escritor portugués. Su intención no tenía nada de profesional. Tan sólo la excusa. Iba a conquistar al hombre que la convertiría en el personaje de su libro. Pilar no quería ser como Blimunda. Quería que Blimunda fuese como ella. Y para eso debía hacer que su creador le hiciera cruzar el puente que le tendía la ficción. Dos años después se casaron. Y desde entonces sus libros fueron para ella. Desde los 63 años, Saramago se los ha dedicado todos, quizá porque Pilar los habita. ¿O acaso la mujer del médico en Ensayo sobre la ceguera no comparte los valores con Blimunda, en una era apocalíptica?

La dedicatoria fue cambiando de sesgo. Primero sólo bastaba el nombre. "A Pilar." Luego la palabra Pilar cobró distintas formas. "A Pilar, mi casa", o la más bella, que aparece en Caín: "A Pilar, como si dijera agua."

Segundo encuentro. Saramago con Pilar en la habitación del hotel. Hablamos del exilio. De la mudanza a Lanzarote. Me cuentan el escándalo que provocó en Portugal la publicación de El evangelio según Jesucristo (a causa de la escena en que Jesús pierde su virginidad en brazos de María Magdalena). Refieren al repudio inesperado de la Iglesia portuguesa, que llevó al gobierno de esa época a vetar la presentación de la novela al Premio Literario Europeo. Como tantos otros escritores, la literatura de Saramago prospera en el exilio. Me hablan tomados de la mano. Advierto la trama que generan sus dedos entrelazados.

Tercer encuentro. Presentación en la Feria del Libro. Saramago ya es premio Nobel de Literatura. Aprovecha su renombre para propagar su protesta. Se agudiza su pesimismo. Tanteo su sonrisa. Es más escueta y endeble. Le recuerdo los árboles de la plaza Vicente López. Se disipa su enojo, recobra la frescura de sus primeras visitas y me cuenta que anduvo por allí paseándose con Pilar. Imagino sus pasos perdidos tras la sombra del gomero.

Ultimas noticias: Saramago fue cremado junto con un ejemplar de Memorial del convento. Cruje el recuerdo imborrable de un amor especular. Pilar, Blimunda.