12/2/09

Empiezo a leer tu mensaje y, entre líneas, solamente encuentro reproches. Sé que ya advertiste mis errores una y otra vez, pero no sabés que me juré mejorar esas cosas que también odio de mí, pero que me hacen ser yo. Por eso creés que no me invade la culpa en esta inesperada despedida. La luna ya no dice nada; ni siquiera histeriquea escondiéndose tras las nubes. Y pensar que ya nunca te volveré a ver. Al menos, me consuela saber que habrá otras historias insignificantes merodeando por aquí y dispuestas a reiterar los reclamos del único y verdadero amor, ese que se escapa cuando no quedan más que pedazos de un corazón por ofrecer.