2/2/09


Robó todas sus ilusiones y a los pocos días ya estaba aferrado a otro cuerpo. Con un "está bien" terminó aquella conversación mientras ella esperaba una confesión de amor que nunca llegó. Tampoco hubo un beso de despedida. Ni siquiera le permitió que se lo llevara de arrebato en otros encuentros casuales, aunque él supiera que su negación no era más que la dignidad que ella ya había perdido al desnudar su alma; esa que lastimó como si fuera dueño de un corazón despechado. Pero era la primera vez que lo amaban de verdad. Por eso, le cabe la culpa del menosprecio. El se arrepintió a tiempo, aunque ella hubiera esperado mil años para escuchar esas palabras. Tal vez para que el propio ego no sufriera una mala jugada; o tal vez para olvidar el error que cometió su corazón enamorado: la entrega absoluta. Sin embargo, en el momento del purgatorio terrenal, sin ilusión alguna, aquella alma desnuda había preparado la coraza que contiene todas las pasiones. Aceptó las disculpas y se guardó los reproches del pasado que hoy escribe a oscuras en medio de una noche de insomnio.