3/8/10

Diálogo entre mi nueva pena y yo

P: ¡No entro! No me empujes más, no entro acá. Ya no hay lugar, ¿no ves?
Y: Pero Corazón me dijo que tenía un recoveco para vos, y empezó otra vez con eso de que la casa es chica y el corazón grande.
P: Todo bien, pero yo no me voy a andar juntando con otras penas que no sé de dónde vienen ni a dónde van. No es que sea refinada, pero hay penas y penas.
Y: Bueno, está bien. Pero fijate que capaz te hacés amiga de alguien y te hacen un lugarcito.
P: No me interesa andar haciendo amigos por la vida.
Y: ¡Che, qué mala onda! Encima que te hago el aguante, decís así. Esperá que llamo a Corazón y le pregunto qué pasó con el espacio que te había reservado.

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C: Lo que pasa es que había guardado el lugar que me pediste, pero de golpe vino un batallón de penas sin permiso ni autorización y las tuve que dejar pasar. Me usurparon el alma y no me quedó otra alternativa que ceder, de lo contrario se iba a armar una batalla sentimental y sabés que eso de las peleas y la guerra a mí no me gusta para nada.
Y: ¿Y ahora que hago? ¿No podés hablar con las otras penas? Quizás puedan prestarse un ratito la cama o decidan irse a otro corazón, así al menos se van renovando y se puede seguir adelante con la cuota de calma que sacás en el recambio.
C: Sí, puedo hablar, pero viste cómo son ellas. Le toman cariño a uno y bue... ya no se quieren ir. Odian las despedidas.
Y: Bueno, dale, hablá y fijate qué podés hacer porque yo me comprometí y ahora no sé dónde mandarla.






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P: ¿Y?
Y: Me dijo Corazón que va a tratar de convencer a alguna de las penas del batallón sentimental para que liberen la habitación donde te ibas a quedar vos. Quedó en avisarme.
P: ¡Mejor así! Ya me tienen hasta la coronilla las del batallón, se creen que porque vienen todas juntas pueden apropiarse de lo que no les corresponde.
Y: Mmm... sí, qué sé yo... puede ser. En realidad, mucho no las conozco, prefiero no hablar con ellas porque saben cómo sensibilizarme y eso me irrita muchísimo, sobre todo a Corazón, se pone como loco.
P: A cambio de un lugar calentito a mí me basta con un llanto por semana, no pido más. Eso en el mercado es muy valorado, sabrás que hay otras penas que exigen entre dos y tres por semana.
Y: Sí, lo sé. Hay varias de esas que se albergan en Corazón, pero él dijo que pronto se van a ir, así que la demanda de lágrimas se va a reducir mucho. Creo que eso es bueno, ¿no?
P: Obviamente, querida. Sobre todo en la época invernal que cuesta tanto secar las lágrimas con el frío y la humedad.
Y: Claro... Algunas penas no resisten el calor, ¿no?
P: En realidad, no es que no lo resisten. Las penas resistimos todo ¡No seas ingenua! Es que algunas invernan en verano.
Y: ¡Ahhh! ¿Por eso dicen que en Brasil y en los lugares con temperaturas tropicales la gente es más alegre?
P: No está comprobado científicamente todavía, aunque es una buena deducción.
Y: ¡Gracias!
P: ¿Y? ¿Te mandó mensaje, Corazón?
Y: No, nada. Capaz no tiene crédito o se quedó sin señal.
P: ¿Te parece?
Y: Puede ser, siempre le pasa. Es como que vive en un pozo, como mi amiga de Lanús, adentro de su casa nunca hay señal.
P: Convengamos que hay una diferencia importante entre Corazón y tu amiga de Lanús, sobre todo porque no creo que el problema de él se deba a una cuestión geográfica.
Y: Es verdad. Antes siempre tenía señal, pero desde que cambió de empresa, hace unos meses, es muy difícil comunicarse. Mejor lo voy a ver y le pregunto, ¿esperás acá?
P: Sí, te espero, pero apurate porque no tengo todo el día. Estoy cansada, quiero dejar mis cosas y darme un baño.

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Y: Listo, todo resuelto. Me dijo que hay unas viejas penas que decidieron dejarte su lugar. ¿Por cuánto tiempo pensás quedarte? No es que me moleste, pero me preguntó Corazón para llenar los formularios y todo eso.
P: Tiempo indeterminado, decile. Y aclarale que quiero una suite para mí sola.
Y: Bueno, no te preocupes. Yo le aviso, no creo que haya problema porque se van tres viejas penas así que vas a estar más que cómoda.
P: ¡Maravilloso!
Y: Mmm...bueno, cualquier cosa que necesites avisame. Si podés, si no es mucha molestia, dame alguna semana de vacaciones, ¿sí? Ya sé que es tu trabajo, pero a veces esto de llorar una vez por semana resulta muy agotador, aunque suene estúpido.
P: ¡Siempre quejándote, querida! Todo depende de cómo me trates, cuanto más me ignores mejor para vos, pero recordá siempre que yo estoy acá y vine para quedarme por tiempo indeterminado.
Y: Está bien, no hay problema, vos quedate todo lo que quieras, pero si hacemos esto un poco más llevadero es mejor para las dos. Vos trabajás un poco menos, y yo me ahorro un par de lágrimas que no me vienen nada mal.
P: Lo voy a pensar. Ahora me quiero ir a bañar ¡Dejá de hablar, por favor!
Y: Tenés razón, disculpá, es que me pongo nerviosa cada vez que llega una nueva pena. ¡Hasta luego!
P: ¡Hasta luego!